viernes, 5 de agosto de 2011

NEUROTICONES

Neuroticones
(Gestos, muecas, guiños que el pensamiento dibuja con palabras)


Ese yo cojitranco y rastrero
(Antonin Artaud)

Me sedujo el término "cojitranco"  que usa Antonin Artaud para referirse al yo en una de sus poesías. Por definición "cojitranco" es un adjetivo despectivo para señalarnos al cojo travieso e inquieto, que no se estabiliza en ningún lugar. Y amplía "Ese yo cojitranco y rastrero, virtual, imposible pero que se encuentra asimismo dentro de la realidad”. Nadie como él sintió esa debilidad......destruir, dejar de existir. Fundamentalmente se refería a la angustia, esa angustia que llevó a Antonin hasta el asilo de internados mentales. Pero tal vez cuando expresamos que estamos recluidos en la subjetividad, en ese yo establecido en el cogito "Cogito, ergo SUM" de Descartes tengan que rendirle algún homenaje, es decir, fue el que estableció ese principio liberador que significó el pensar en libertad y fundador de aquellos principios del humanismo. Por primera vez quizá el hombre se sintió libre de las ataduras de los dogmas y de las potencias de las estructuras opresivas.
Pero muy distinto es quizás el camino que tomó luego y que actualmente lo tenemos incorporado a nuestra manera de ser. Me refiero al "YOISMO" o sea el YO como un istmo más. En ese Yo nos refugiamos como voluntad de dominio y eso sí es grave. Lo que tenemos adentro de nosotros lo volcamos y lo hacemos una práctica destructiva hacia afuera. Los horrores que muchas veces vemos no son nada más que la expresión de lo que es nuestro interior. Creo que a ese yo=término medio, es el que habitualmente nos referimos. Y allí radica el aspecto negativo del ser humano refugiado en lo inauténtico, en lo virtual, constituyente fundamental del  egocentrismo que pone trabas al descubrimiento del auténtico ser. Y  creo que, ese es el camino para  seguir pensándolo con profundidad.
El Etor



S.E.R (Soporte del Ente Racional)


“No perder nunca de vista el diagrama de una vida humana que no se compone, por más que no se diga, de una horizontal y dos verticales sino, más bien, de tres líneas sinuosas, perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: Lo que el hombre ha creído ser, lo que ha querido ser ...y lo que realmente fue”


Como un pobre inculpado que sale en libertad condicional, así llega el hombre  a esta vida.
El nacimiento es el ritual de iniciación a la existencia. Por eso exige el logro de una proeza casi sobrehumana que consiste en: a) el cambio de naturaleza que nos transforma de lagartija subacuática a monito con calvicie generalizada b) la transmutación del organismo y la conciencia de un no-espacio y no-tiempo  a un espacio-tiempo que, en la mayoría de los casos, consta de un hospital hediondo y de mala muerte, ubicado en una ciudad de un país que si no está en guerra está en subdesarrollo, o, en el mejor de los casos, una clínica top, con almohadones de pluma y camisones de seda italiana. Sea como sea, en cualquiera de los dos casos, enseguida nos sujetan por la fuerza dos manos enguantadas en látex que nos pellizcan y palmotean, nos sacuden y zamarrean, mientras diversos pares de ojos extraños nos inspeccionan para ver si cumplimos nuestra transmutación de lagartija a ser humano satisfactoriamente.
Al fin, termina el suplicio. Nacemos, es decir, soportamos con estoicismo todos los pormenores del parto ¿para qué? para que se nos autorice  a recibir el ser -que uno espera como un regalo, como un don- pero que, a fin de cuentas, se nos escapa de las manos como una promesa que hemos de alcanzar, si subsumimos nuestros deseos ante las expectativas de vida de un ser superior con quien estamos eternamente en deuda.
 De un modo u otro, se nos hace creer que por grande que haya sido el sacrificio para conseguirlo, nuestro ser no nos pertenece, es algo que hay que conseguir o construir durante el tiempo que perdure.
 Ser y existir, pues, no son equivalentes. La existencia viene aparejada al nacimiento; no así la esencia.
Al acontecimiento de nacer y al hecho de ser los separa toda una vida. Nacemos como un vacío obligado a llenarse con la realización de ese ser que, para ser, deberá hacerse a imagen y semejanza de los mandamientos del deber.  Así, todo nuestro esfuerzo por ser se convierte en el absurdo propósito de averiguar si, al final del camino, lo merecíamos.
Y así se va el hombre de esa vida, como un pobre inocente que ha permanecido en libertad condicional.
La Chechu



                                    LOS SENDEROS CIRCULARES Y LABERÍNTICOS

“Ahora estaré como mi hijo: el hijo que he engendrado me espera y no existiría si no voy”

(J.L.Borges: "Las ruinas circulares" )

                                  Cuando alguien se decide a leer a Borges se encuentra en un mundo donde lo a priori  es un encuentro profundo con lo esencial de la existencia. Entonces  Borges pasa a ser  uno de los  escritores preferidos.  En particular permanentemente leo y  releo sus cuentos que me impulsan a saltar en el pensamiento. Con un decir sutil nos invita a transitar   los caminos de un pensar que nos lleva por  círculos y laberintos. Borges rompe con la concepción de concebir una  linealidad del tiempo y compone espacios lindantes como los que concebimos  en los sueños.          
                                  Una pregunta se hace indispensable y que a veces se torna incontestable ¿Qué es lo real? ¿Dónde encontramos su esencia? ¿Cuál es su verdad?  ¿Es acaso  lo que percibimos por los sentidos o es aquello que tiene un ser sustancial  y que reposa fuera de nuestro pensamiento? ¿Es la imagen que mediatiza a la cosa convirtiéndola en objeto para un sujeto? ¿Qué papel juega la imaginación en todo esto? ¿Acaso no es  todo aquello que concebimos como algo  que se patentiza  en el sentido de definirlo como realización o concretización en un tiempo presente? ¿Acaso no será un  obrar de nuestra mente y un albergar  las proyecciones o pensamientos de otros que han tomado posesión de nosotros? Y ya con todas estas preguntas nos  metimos en el meollo de la metafísica. Por eso, tal vez amigo lector  no seas otra cosa que una invención mía y yo no sea otra cosa que una invención tuya. ¿Que es toda esta magia de encuentros fantasmales a través de una computadora o del escrito de una revista o periódico que está concretada en una abstracción de ondas que se han desplegado a través del cosmos por cientos  de Km. de distancia?  ¿Acaso no estaremos creando seres fantasmales que nunca se independizaran de nosotros? Yo siempre tuve esa obsesión. Tal vez me faltó eso que se llama estar convencido o tener la certeza de que es lo verdadero. ¿Acaso los productos de lo que pienso no serán elucubraciones sobre el ente más bien conectados con lo deforme y falto de coherencia lógica? ¿Y pensar como equivalente al término LOGOS no es acaso por definición "juntar, relacionar, unir lo que está disperso" en este caso en nuestras mentes como los retazos de nuestros pensamientos que aún no tienen una forma determinada? ¿No es ese el laberinto  borgeano que se produce en el sueño y que nos impulsa a seguir durmiendo para seguir soñando y no dejar pendiente algo inconcluso que no será otra cosa que nuestros hijos fantasmales y no como individuos ahora independientes y que a su vez pueden en algún otro momentos soñarnos como los seres irrealizados de sus propias mentes? 
                        Por eso creo que es el momento de liberar condicionamientos y habitar decididamente en los laberintos y en el pensamiento circular. La linealidad y el delimitar las cosas por el principio de las causas y efectos no son otra cosa que el pensar en una dirección determinada que yo llamo "el pensamiento calculante" o que todo lo resuelve en el cálculo y en su estimulación para el dominio y la consecución del poder. (Fundamentalmente el pensamiento pragmatista). Creo que hay que intentar otra vía alternativa para completar aquél con el cual nos piensan desde el ámbito del poder y  de cómo nosotros a su vez  pensamos aquello que llamamos  lo real como lo otro. Es una tarea a la cual tenemos que esforzarnos para ir consiguiendo espacios de libertad interior para recuperar el ser auténtico que por múltiples barreras nos impiden abordarlo. 
                         
                                          EL ETOR(hectorco@infovia.com.ar)




La claridad
                    
   Cuando hablamos de sol lo vinculamos a claridad e iluminación. Cuando hablamos de oscuridad lo vinculamos a negrura que no nos permite vislumbrar el contorno de las cosas y si profundizamos un poco más, no nos permite captar ese pequeño hálito de luminosidad que es la conciencia. Y sin darnos cuenta, nos metimos en la problemática de la metafísica y fundamentalmente en la metafísica de la luz. Ya nos hablaron de ello, los místicos cuando nos narran su aventura de traspasar los recintos del mundo de maya y adentrarse en esas capas  del ser trascendente  que siempre está relacionado con lo fulgurante y ofrece la claridad de la unidad y de la totalidad del ser. Platón nos invitaba a que hiciéramos una suerte de ejercicios para asegurarnos ese deleite que representaba el fundirse con la eternidad de las ideas y con ello asegurarnos la claridad que ofrece la verdad y despojarnos de nuestro mundo ilusorio de los sentidos. Apartarse de las apariencias, volverse sobre sí mismo reconociendo nuestra propia ignorancia, hacer ejercicios de reminiscencias y retornar a la patria ontológica de la verdad, de las esencias y del ser. (Foucault). La vía de acceso era la dialéctica y la claridad la ofrecía la idea suprema de Bien. Es una breve reflexión  sobre la verdad del ser,  hoy aparentemente dejada de lado, y olvidada entre los trastos que ya no se usan.
                                                                             El Etor







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